HISTORIA


El origen de la Hermandad no está documentado, aunque se piensa que debió fundarse en la segunda mitad del siglo XVI, a semejanza de otras muchas que comenzaban su andadura en Sevilla o pueblos próximos, bien fundándose como hermandades de sangre, o transformándose de hermandades de luz en hermandades de sangre.

La Imagen que agrupa a los cofrades, es una Virgen de la Soledad, cuyo culto se relaciona de un modo totalmente legendario con la conquista del pueblo en 1247, por las tropas castellano-leonesas de Fernando III.


Según nos cuenta la leyenda al disponerse a matar un soldado castellano a una madre y su hijo, afectado de tercianas, cristianos pero habitantes de La Algaba, se le aparece, sobre la higuera a cuya sombra se cobijaba, la Virgen de la Soledad con su Hijo muerto en el regazo. Ante esta visión, el soldado desiste de su empeño y la madre e hijo quedan salvos.


A partir de este relato, siempre dentro de la tradición, y por supuesto sin pruebas escritas, empezaría en el pueblo la devoción a la Soledad de la Virgen.


No es hasta 1586 cuando encontramos los primeros documentos que hacen referencia a la Virgen de la Soledad y a una Hermandad que agrupa a sus devotos, se titula Hermandad del Espíritu Santo y Soledad de la Madre de Dios.


En dicho año mantiene un pleito con la Parroquia por haber cambiado su sede al Monasterio de Franciscanos Angelinos, que habían fundado recientemente los marqueses de la Villa.


Curiosamente, la Hermandad agrupa a la mayoría de los habitantes moriscos de La Algaba, los cuales habían sido expulsados del Reino de Granada, después de la rebelión de Las Alpujarras. Proceden en su mayor parte de la zona de Vélez-Málaga: Cutar, Benamargosa, Benamocarra, Cómpeta,… El total de Hermanos ascendía a unos 80 y la Hermandad ya era de las de sangre, efectuando la procesión de disciplina en la tarde de Viernes Santo.


En la década de 1620 vuelve a la Parroquia por haber sido destruido el Convento en una de las múltiples riadas del río Guadalquivir y la ribera de Huelva.


En la primera mitad del siglo XVII la Hermandad incorpora  la imagen del Señor Resucitado, que en la Iglesia del Convento Franciscano se hallaba en el mismo retablo que el resto de las imágenes, esto es, la Virgen de la Soledad y luego el Cristo Yacente A finales de este mismo siglo  debió incorporar a su titulación el Santo Entierro de Cristo, porque ya en los primeros años del siglo XVIII aparece así titulada y sin embargo perdió el fundacional del Espíritu Santo. Igualmente debió incorporar la imagen del Cristo Yacente y su correspondiente paso de salida.


En 1761 redacta nuevas Reglas para su gobierno, pues perdió las que tuvo en el siglo XVI. A finales de este mismo siglo comienza la costumbre de costear el entierro a los hermanos y a las hermanas, y que perduró hasta el primer tercio del siglo XIX. Al siglo de las luces corresponde también el disfrute de dos hazas de tierra que la Hermandad tuvo al pago del Tovar, se solían alquilar y el dinero se aplicaba a los gastos originados en las procesiones de la tarde del Viernes Santo y la tarde del Domingo de Resurrección


Continúa teniendo su sede en el Convento Franciscano, hasta 1856, en que se traslada a la Parroquia, excepto un breve paréntesis.


La vida de la Hermandad en el siglo XIX, que es ahora el que nos ocupa, se inicia con la francesada. No tenemos referencias directas de cómo le afectaría a la Hermandad la invasión francesa, aunque sí podemos deducirlo de un modo indirecto, ya que a partir de ese momento, se extinguen casi por completo los entierros que la Hermandad costeaba a los hermanos, los cuales son relativamente frecuentes en el último tercio del siglo precedente. Las funciones del Descendimiento y la Resurrección, así como la salida procesional de la tarde del Viernes Santo, pasan a ser costeadas por D. Pedro López de Valladares, Mayordomo de la fábrica parroquial.


Todo ello nos viene a indicar que la principal fuente  de ingresos de la Hermandad, la cuota anual que pagan los Hermanos ha debido quedar reducida a la nada, ya que solo una persona se hace cargo de los principales gastos de la Hermandad.


En la Parroquia se instala en un retablo bajo la tribuna del órgano, donde más tarde, en torno a 1947 construye su capilla e instala el mismo retablo. Desde allí continúa  efectuando sus dos salidas procesionales, en la tarde del Viernes Santo y el Domingo de Resurrección, y sus correspondientes cultos.



En relación a la procesión de gloria, se celebraba en la tarde del domingo de resurrección con nuestra titular Ntra. Sra. De la Soledad y el Stmo. Cristo Resucitado por la calles de la Villa. Pero hace unos años, la procesión se cambió a la gloriosa mañana del Domingo de Resurrección.

Las Fiestas de la Resurrección empiezan el día antes, donde el pueblo se engalana con mástiles, banderas, colgaduras, etc., para celebrar la Resurrección de nuestro Señor. Por la noche, a las 00:00 horas se tiran fuegos artificiales y sale un bando anunciador por el pueblo donde los hermanos de la hermandad tenemos unos momentos de celebración porque Cristo Nuestro Señor ha Resucitado entre los muertos y ha vencido a la muerte. 

Al día siguiente, Domingo de Resurrección cuando amanece comienzan a sonar los cohetes anunciando la Solemne Función en honor y gloria del Stmo. Cristo Resucitado y posteriormente comienza otro bando anunciador de la procesión de gloria. El bando anunciador acaba en la puerta de la parroquia para celebrar la función en honor a nuestro titular.

Sobre las 10:45 horas comienza la procesión por las calles de la villa acompañándonos las hermandades de la localidad junto a los grupos jóvenes y hermandades invitadas a este día tan especial para los cristianos y por supuesto para los soleanos. A la salida y entrada se le cantan plegarias y salves a nuestros titulares y durante todo el recorrido se les lanzan aleluyas y pétalos a nuestros titulares para expresarles el amor y devoción que le tenemos. Una peculiaridad es que la virgen sale sin su techo de palio como el viernes santo y cambiada de atuendo. Un año lleva el manto burdeos y otro año uno blanco en la procesión del domingo de resurrección.