22 de febrero de 2013

Bendito sea Dios...

 …Terminad entonces de limpiar el corazón de amarguras y estrecheces. Salid a la calle una de estas tardes y mirad cómo el Señor ha bendecido nuestra tierra con anocheceres tibios y lentos que nos dejan en el corazón el sabor exquisito y sugerente del presentimiento. A esta misma hora, dentro de unos días, irá la Virgen de la Soledad buscando la calle Manuel Clavijo, y tocarán a difunto la campana del muñidor mientras la plaza se prepara en silencio para convertirse en un paisaje de avemarías y estremecimiento, y Cristo Yacente avanzará tendiendo la mano al pueblo como un Creador de la Capilla Sixtina que con el índice lo baña todo de vida y primavera. Salid, y cuando mañana volváis del ascenso del Señor al Sepulcro en la iglesia más oscura y honda que pueda imaginarse, mirad al cielo y no os olvidéis de dar gracias por lo que estáis a punto de vivir a Quien ha dejado todo el mundo que admiráis prendido de su propia grandeza.

Bendito sea Dios, que crea en nosotros cada Semana Santa un corazón nuevo para que revivamos la Pasión de Cristo y no dejemos de alabar la hermosura inconmensurable de su obra. Bendito sea Dios, creador del cielo, el sol y la luna, motor de sus estaciones y pintor de los atardeceres infinitos de la primavera, de las noches quietas de silencio y música tranquila, bendecidas por el plenilunio que hace del cielo un manto oscuro bordado en plata, en sinfonía perfecta a la que da forma como el más cuidadoso de los compositores. Bendito sea Dios, que inspiró a los escultores, grandiosos o humildes, reconocidos o anónimos, que se atrevieron a imaginarlo en la madera, para que por las imágenes seamos capaces de creer y de rezar, porque en ellas se renueva su Encarnación como hombre semejante a nosotros. Bendito sea Dios, que soñó con las flores y las llenó de su misma perfección de pétalos, olor y colores, y que nosotros no podemos más que poner a sus pies como una ofrenda que le pertenece.

Bendito sea Dios, que dio aliento a quienes antes que nosotros pisaron La Algaba y la crearon tal y como hoy no podemos dejar de admirarla, sabiendo que la armonía insuperable de su iglesia, calles, plazas y puertas no era más que un reflejo divino. Bendito sea Dios, que guía a las abejas que hacen la cera que temblará para que veamos la luz en el rostro y las manos de nuestras imágenes, para que sepamos que el hombre en su soberbia nunca podrá crear algo más hermoso que lo que nuestro Señor puso en la naturaleza y en sus criaturas más pequeñas. Bendito sea Dios que con su soplo de vida empuja a los azahares que hace un tiempo nos volvieron a sorprender con su bofetada de presagios plenos. Bendito sea Dios, que vive en los detalles y da fuerzas a los costaleros y lucidez a los capataces que hacen que ver andar, levantarse y arriar los pasos sea tantas veces espejo del cuidado con que su amor hace moverse el mundo. Bendito sea Dios, que creó el oro y la plata y dio a los humanos el don de convertirlos en poemas que canten su grandeza, ya en el cincel del relieve que tocaremos henchidos por la emoción o en el terciopelo con que el ajuar viste a aquello que tanto queremos.

Bendito sea Dios, evocado en el aire por la música que tantas veces parece querer arrancarnos del tiempo en que estamos presos y prometernos una eternidad de dicha.

Y porque nos dio luz y sensatez para crear y mantener nuestra fiesta, porque sólo por Él y con Él, podemos estar felices de decir que dentro de ocho días no nos cabrá la emoción en el pecho por saber que será en La Algaba Semana Santa, bendito sea Dios…