22 de abril de 2011

Ya es Viernes Santo...

VIERNES SANTO

Muchos son los recuerdos y las vivencias de nuestra fe en este día a muchos de los nuestros recordaremos hoy con lágrimas en los ojos mirando a la Virgen de la Soledad, e imaginando el rostro de Dios, que aun muerto mira hacia el cielo para que los cristianos no veamos lo que hemos hecho con Él. También será día de alegría y gozo, por ver a esos amigos que solo la tarde del Viernes Santo volvemos a ver; hoy por fin es Viernes Santo...



Hoy recorremos los momentos en que Jesús pasa la noche encerrado en la cárcel del Sanedrín, es llevado donde Pilato, luego donde Herodes, de vuelta a Pilato, donde es flagelado y coronado de espinas, es presentado por pilato diciendo “Ecce homo”, este es el hombre. Ciertamente es un hombre, pero nosotros sabemos que es Dios, que va a morir por nosotros. Y va a morir con la muerte más ignominiosa. Por eso le hacen cargar con la cruz. Con todo ese peso caería varias veces, y quizá ante la vista de su propia madre, acrecentando con ello el dolor de los dos.


En el Calvario es crucificado y levantada la cruz a lo alto. Allí estaba su madre, que recibe el encargo de velar por san Juan y por todos nosotros. En la cruz muere Jesús, perdonando. Hoy nos dice a cada uno: “Te perdono, pero no vuelvas a pecar”. Después bajan su cuerpo y lo ponen a los pies de María.


Ante este recorrido del Viernes santo de nuestra parte deben partir hacia Jesús dos grandes sentimientos: la gratitud y el pedir perdón. Gratitud porque Dios se ha compadecido de nosotros. Y no sólo se hizo hombre, sino que nos acompaña en nuestras debilidades con sus sufrimientos hasta la muerte en cruz.


Al mismo tiempo le pedimos perdón con un propósito sincero de hacer lo que podamos porque reine en nuestro corazón y en el mundo entero. Jesús muere perdonando y prometiendo un paraíso a quien tiene un poco de consideración por ese amor que se desvela desde lo alto de la cruz.


Nosotros hoy le podemos rezar así:


Y te echaste en la cruz, maldición pura,


Y subiste a la cruz, manso cordero,


Cosido con los clavos al madero,


el expolio, la sangre y la tortura.


Lo vimos sin encanto y hermosura,


una llaga y dolor el cuerpo entero,


oveja destinada al matadero,


desecho de la gente, una basura.


No viniste, Señor, en plan glorioso,


sobrevolando y huyendo la dolencia;


bajaste a nuestro infierno, a la desgracia.


Yo beso tu dolor, sangrante esposo,


que asumes mi dramática existencia,


la salvas con tu amor y con tu gracia.


«Este cáliz apártalo de mí.
Pero si es necesario ... ».
Y el cáliz, de amargura necesaria,
Fue llevado a la boca, fue bebido.
La boca, todo el cuerpo,
El alma del más puro
Aceptaron el mal sin resistencia.
Y el mal era injusticia,
Dolor
-Un dolor infligido
Con burla-
Y sangre derramada.
Todo era necesario
Para asumir aquella hombría atroz.
Era el Hijo del Hombre.
Hijo con sus apuros, sus congojas
Porque el Padre está lejos o invisible,
Y le deja ser hombre, criatura
De aflicción y de gozo,
De viernes y de sábado
Sobre cuestas y cuestas.

¿Por qué le abandonaste si es tu Hijo?
Y los cielos se nublan,
La tierra se conmueve,
Hay fragor indignado:
Todo ve la injusticia. ¿Necesaria?
También sufren los justos que condenan
El mal
Y rechazan su ayuda.
Pero el Hijo del Hombre sí la quiere.
Él es
Quien debe allí, sobre la cuesta humana,
Cargar con todo el peso de su hombría,
Entre los malos, colaboradores,
Frente a los justos que al horror se niegan.

Culminación de crisis,
A plenitud alzada.
Esta vida suprema exige muerte.

Ha de morir el Hijo.
Tiene que ser el hombre más humano.
También
Los minutos serenos transcurrieron.
Hubo días hermosos con parábolas.

Es viernes hoy con sangre:
Sangre que a la verdad ya desemboca.
Y entonces...
Gemido clamoroso de final.
Un centurión ya entiende.
Lloran las tres Marías. Hombre sacro.
La Cruz.