1 de abril de 2011

La Señora de La Algaba, está de besamanos

Abogada por su calle Nazarena, herida por el filo de su llanto, sumida en el dolor de su quebranto, sin norte por el cauce de su pena.

Dialogando sin voz por la azucena, y el pecho florecido de amaranto; perdida la mirada en el espanto, y lívida de sal la tez morena.

Resecos los labios y frente enajenada convocando la gracia y la ternura en su perfil de Rosa Trastornada;

inquiriendo del aire y de la altura si en tristeza por alguien fue igualada ¡si hay frontera capaz, a su Soledad!





Creí Señora mi pecho de la cadencia olvidado. Mas quedé para Ti flores en los jardines y prados, y en arriates de sueño, y en los surcos del milagro, y en las plazas escondida, y en los desiertos collados, y en las riberas umbrías, y por los huertos cerrados.

Busqué flores para Ti, que es tenerlas en la mano, porque al evocar tu nombre toda la luz se hace nardo, y de jazmín se hace el aire, y toda sangre amaranto, y violeta los recuerdos, y fina azucena el tacto, y gardenia la mirada, y margarita los labios, y clavel el corazón, y las espinas geranios.

Busqué flores para Ti que es tenerlas en la mano, porque el ángel del dolor las hace surgir del cardo, y de la piedra desnuda, y de la arista del canto, y de la pena escondida, y del fondo del quebranto, y de la frente cansada, y del hundido costado y del pecho sin latido, y del lamento quebrado. Busqué flores para Ti, triste y desesperanzado, porque el jardín de mi voz, Señora, estaba agotado.

Pero me postré a tus plantas, y con los ojos clavados en la gloria de Tus Ojos de lágrimas arrasados, sentí cómo se llenaba de flores mi rosal blanco, y grité como el que encuentra lo inútilmente buscado, y canté como el que canta por el goce desbordado, y de oración y alabanza yo compuse un nuevo ramo, para Ti, que eres la Reina de los celestiales prados, de los eternos jardines, de los arriates altos, de las riberas del cielo, y de los surcos dorados.

Para Ti que eres la Reina del puro amor entregado, de los caminos sin sombra, y de ese Valle Sagrado que los ángeles vigilan al resplandor de tu llanto. Yante tu altar Virgen mía, yo me quedé musitando: ¡ay! quién pudiera, Señora, ser flor de ese humilde ramo.

Igual que un Faro de amor eres Virgen Soberana; igual que un Faro de amor que el mismo Dios cuida y guarda, junto a la orilla del río más luminoso de España.

Cada varal se arrodilla ante el peso de tu gracia, cada clavel te suspira por perfumar tu arrogancia, el cirio, es un corazón que se consume entre llamas, la saeta, una oración prendida en la Noche Santa, y cada pecho, un clamor para la Virgen soleana.

Igual que un Faro de amor eres Virgen Soberana; más bonita que el jazmín, más limpia que el agua clara, más pura que la azucena, más luminosa que el alba, más primavera encendida que la que da rosas granas, más gitana que la torre morenita de La Algaba, y más hermosa que el sol que con su reflejo abrasa. Igual que un faro de amor, eres Virgen Soberana; Madre de los algabeños, Señora de la arrogancia, y orgullo de La Algaba,


Texto de Rodríguez Buzón