18 de diciembre de 2010

Texto íntegro de la X Exaltación de la Navidad

Permítanme hoy que me salte el protocolo propio de estos actos, permítemelo Madre, porque quiero empezar este acto de amor y sentimiento, dirigiendo mi mirada a aquellos ojos que para mí son como luceros, a esos ojos que día tras día me sirven de ventana por la que mirar al mundo; a ellas que siendo fruto de mi vientre me permitieron estar más cerca de ti y comprenderte como madre y como mujer, a ellas que me dieron la oportunidad de experimentar el sentimiento más hermoso que se pueda sentir, a ellas porque desde que aterrizaron en mi vida soy una mujer más completa y mucho mejor persona.

Natalia, Adriana desde este atril quiero públicamente agradecer a Nuestra Madre en su humilde Soledad que, una mañana del mes de Octubre vinieras al mundo tú, Natalia, nuestra primogénita y que justo veinte meses después nos volviera a iluminar de nuevo con el nacimiento de nuestra segunda hija, tú Adriana.

Gracias, Madre mía

Gracias por estos dos ángeles

Gracias por bajarnos el cielo

Gracias por darme esta Familia.

Gracias Madre mía y,

Bendita seas Soledad por

Haberme “dao” a mí la vida

Junto a tu cara morena

Dios te salve Madre mía.

Reverendísimo Párroco.

Presidente y Junta Juvenil de la Antigua, Real, Ilustre y Franciscana Hermandad y cofradía de nazarenos del Santo Entierro de Cristo, Nuestra Señora de la Soledad y Resurrección Gloriosa de La Algaba .

Hermano Mayor y Junta de Gobierno.

Autoridades.

Hermanos y hermanas todos en la fe de Cristo, gracias por estar hoy junto a mí.

Es deber inexcusable agradecer a nuestro hermano y a mi gran amigo “Rafalito” las palabras que hace unos instantes me acaba de dedicar. Han sido muchos los años que juntos hemos trabajado por amor a nuestros sagrados titulares, tú y yo sabemos que nuestra Hermandad de la Soledad ha sido cuna de verdaderas relaciones de amistad, amigos que como tú y que a pesar de la distancia por las vicisitudes que nos regala la vida siempre tendréis un sitio guardado en mi corazón. Rafalito, juntos de nuevo en pro de nuestra Hermandad pensé, tú presentándome a mí responsable en este año de exaltar nuestra Navidad, a mí que como tú, y otros que seguro están aquí presentes sabéis, soy parca en palabras, por eso, por esta limitación mía solo le pido en estos momentos a nuestra Madre y Señora de la Soledad que ilumine mi corazón y mi voz como te iluminó a ti encontrándote en el mismo cometido en el que me encuentro hoy yo.

No me puedo olvidar tampoco de agradecer a nuestra querida Junta Juvenil la confianza que de nuevo deposita en mi persona, dándome ahora el encargo de pregonar que el Hijo de Dios ya está en camino, que nuestro Salvador está a punto de venir al mundo para redimirnos, que la Navidad de nuevo se adueña de nuestros corazones. Gracias mis niños y no os molestéis porque os llame así, así lo hago porque recuerdo como en antaño nos llamaban con cariño también así a nosotros “los niños de la Hermandad”.

Jesús es el nacimiento de Dios en el mundo y otorga paz y alegría a los humildes”

VILLANCICO: QUIZÁS

En este tiempo los cristianos nos preparamos para recibir a Cristo, “luz del mundo” en nuestras almas, rectificando nuestras vidas y renovando el compromiso de seguirlo. Durante el tiempo de Navidad al igual que en el Triduo Pascual de la Semana Santa celebramos la redención del hombre gracias a la presencia y entrega de Dios; pero a diferencia del Triduo Pascual con el que recordamos la pasión y muerte de nuestro Salvador, en la Navidad recordamos que Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros.

En el pueblo de Nazareth, vivía su adolescencia una joven que se llamaba María. Hija de Joaquín y Ana, un matrimonio pobre que lo único que deseaba era encontrar un marido que cuidara de su hija y que le permitiera llevar una buena vida. Cada estación traía nuevas cosechas y cada cosecha venía acompañada de nuevos impuestos para el rey Herodes. Por eso, cuando José pidió la mano de María, Joaquín y Ana se sintieron satisfechos de que su hija pudiera tener esa buena vida que tanto deseaban para ella. Poco después de recibir la noticia de su compromiso, el Arcángel Gabriel visitó a María y presagió una profecía. Le anunció que Dios la había elegido para dar a luz a un hijo a quien pondrían de nombre Jesús. Y así comenzó el largo y arriesgado camino de María y José y el nacimiento de Jesús.

Y después de un largo viaje, después del cansancio y la desesperación por no encontrar ni un rinconcito digno donde resguardar del frío de la noche al Niño que estaba a punto de nacer, San José y María no encontraron posada y en un pobre pesebre decidieron esperar el día…

Y se hizo la luz, la luz anunciadora de un nuevo día embargaba sin saberlo el mayor de los acontecimientos de la Historia, porque allí, en un pobre cobertizo se hallaban aquel hombre y aquella mujer, testigos y protagonistas de lo que estaba a punto de suceder; el uno de la ilusión de tener entre sus brazos a su hijo varón de Dolores y la otra, porque preñada de la Gracia había dado a luz al que sería Rey de Reyes, trono de la Sabiduría, el hijo de Dios hecho hombre.

María que, aún sabiendo de la divina profecía, que a pesar de haber sido anunciada por el Ángel Gabriel; no es más en ese preciso instante que una mujer que pare a su Hijo y que teniéndolo entre sus brazos por primera vez siente esa entremezcla de sentimientos que le hace sentirse la mujer más dichosa del mundo.

Y ocurrió en Belén

Bajo el manto frío de la noche

Las estrellas se cuidarían de iluminar

A aquel niño que iba a nacer.

Y ocurrió en Belén,

Una hermosa aldea de Judea

Se encargó de dar cobijo

A nuestro Salvador que había de nacer.

Y ocurrió en Belén,

Vinieron los pastores que estaban por el monte

Avisados por el ángel San Gabriel,

¡adorad al Niño, que vuestro Rey acaba de nacer!

Y aquello que ocurrió en Belén,

Año tras año vuelve a suceder

Y en La Algaba también, en cada rincón

En cada callejuela, en cada esquina,…

Que nuestro Niño Dios, también vino aquí a nacer

Que creció y se hizo hombre y murió por nosotros

Para salvarnos y mostrarnos su amor

Que La Algaba fue testigo

De cómo lo prendieron, cobijado cada año

Por los aromas y los colores del barrio de las flores,

De su camino hacia el Calvario “cargao” con el madero

Por las calles del barrio de La Cruz;

Del dolor tan infinito al sentirse al madero clavado

Cada tarde de Jueves Santo

Que La Algaba es testigo

Del silencio abrumador, roto sólo por el tintineo del muñidor,

Que La Algaba es testigo de tu muerte Señor,

Se cumplió la profecía, “el Niño que está en la cuna

en una Cruz morirá”.

Pero yo te esperaré a tu paso por El Compás,

Intentaré consolar a tu Madre que,

Se encuentra en su más inmensa Soledad.

Pero observo en su mirada

Un halo de esperanza,

No debemos temer, tengamos fe

Porque en la mañana gloriosa del domingo

También nuestro pueblo será testigo

que Cristo no ha muerto, que no

que esta mañana, por las calles de La Algaba

también RESUCITÓ.

Comprender a María es posible sólo después de ser madre. La maternidad es lo más maravilloso que le puede suceder a una mujer. Cuando has dado a luz, te embargan unos sentimientos preciosos, todo es felicidad cuando miras a tu bebé, durante esos primeros momentos observas todos y cada uno de sus movimientos, sientes que es lo más grande que te ha pasado en la vida.

Sólo alcanzo a imaginar

Cómo se pudo sentir María

Sola, sin más compañía que la de su dulce esposo

Mujer valiente elegida por Dios

En un pobre pesebre traería al mundo

A nuestro Salvador

Un buey y una mula le servirían para darle calor

A Belén llegaron los pastores

Alertados por el ángel anunciador

“Ha nacido en la ciudad de David nuestro Salvador”.

Cuenta el evangelio de San Mateo de unos Magos que vinieron de Oriente buscando al nuevo rey que habría de nacer. En las Sagradas Escrituras no abunda mucho sobre su origen, su personalidad, sus rasgos, ni tan siquiera sobre sus nombres.

Asumimos que eran “sabios” o astrónomos, llamados en aquella época como magos, porque venían siguiendo una estrella que presagiaba la llegada del Nuevo Rey.

Como venían con regalos para el nuevo rey, la tradición los describe como reyes bondadosos con presentes para todos, asignándole un nombre y rasgos específicos a cada uno.

· Melchor: un anciano con barbas blancas, su regalo para Jesús era oro, representando su naturaleza real.

· Gaspar: joven moreno. Su regalo es el incienso que representa la naturaleza divina de Jesús.

· Baltasar: de raza negra, su regalo a Jesús es mirra, que baticina ya su sufrimiento y muerte futura.

Estos tres grandes personajes de nuestra particular historia, se encargan año tras año de repartir magia e ilusión por los corazones de nuestros niños y niñas, ellos durante años han sido máximos protagonistas, pero la practicidad que cada vez nos envuelve más y más nos lleva a adelantar la entrega de regalos a una noche que debería ser mágica por sí misma, una noche en la que en familia nos reuníamos en torno a una mesa para recibir la llegada de nuestro Salvador, Jesús. Poco a poco, se ha ido colando en nuestros hogares la figura de Papá Noel, un anciano gordinflón y bonachón que con sus renos y su trineo se ha ido ganando el favor de nuestros niños y niñas. No es cuestión de rechazar lo ajeno, todo lo contrario, en este mundo plural en que vivimos es imprescindible respetar todas las costumbres y tradiciones que conviven en reducidos espacios; pero es importante que dentro de ese respeto se encuentre también el respeto hacia nuestras propias tradiciones y costumbres, es importante que avivemos en los corazones de nuestros hijos el amor a nuestro modo de vivir y de entender la Navidad. Por eso, os pido que no olvidéis a los tres camellos, no olvidéis a nuestros tres reyes que, cada año repitan su particular recorrido y visiten nuestros hogares cada 6 de enero, que siga pasando de generación en generación, que cada año nos dirijamos a ellos con ilusiones renovadas y comencemos diciendo: “Queridos Reyes Magos…”

Llegaron ya los reyes y eran tres

Melchor, Gaspar y Baltasar

Oro, incienso y mirra te llevaban

Cuando fueron a adorarte al portal.

Desde Oriente hasta Belén

Guiados por una estrella

Se postraron a tus pies

Y te adoraron como Rey.

Cada año os recordaremos

Grandes y humildes reyes

Por haber adorado al niño

Que habrá de ser Rey de reyes.

Niños y niñas, vamos a dormir

Que ya Melchor, Gaspar y Baltasar

Todos los regalos os darán

Para jugar mañana al despertar.

Los NIÑOS, ¿recuerdan cómo se ve la Navidad desde la mirada de un niño? Gracias a Dios, por mi trabajo tengo la suerte de verlo cada año, tengo la suerte de comprobar año tras año la ilusión con la que esperan estas fechas tan señaladas, tengo la suerte de ver el brillo de sus ojos cuando empiezan a preparar la actuación de Navidad, cuando empezamos a realizar las manualidades para colocar el Portal de Belén en la clase o en el colegio,…pero ¿hasta cuándo podremos seguir celebrando esta fiesta nuestra desde una institución tan importante como la escuela? En estos tiempos en los que vivimos es difícil saberlo, quizás algún día también tengamos que retirar de nuestras aulas el sonido de las voces de nuestros niños y niñas entonando villancicos, las manualidades destinadas a realizar los nacimientos más pintorescos o el anticipo de la venida de los Reyes Magos con alguna visita fugaz que nos suelen hacer. No pretendo desde aquí iniciar ningún tipo de debate, esto no es más que una reflexión personal; no me cabe ni la menor duda de que el fomento de nuestras tradiciones tiene sus pilares en el seno de nuestros hogares, en el seno de las familias cristianas pero, tampoco me cabe la menor duda que donde hay niños reina la ilusión y yo me pregunto, ¿tenemos derecho los adultos de privarlos de estas experiencias? Porque… ¿qué es la Navidad si no ilusión por empezar de nuevo?

Para nuestros niños y niñas estos días son mágicos, todo se llena de luces, nuestras casas se decoran y se llenan de color, disfrutan con los preparativos y disfrutan con la fiesta, son noches en las que se reúnen con la familia hasta horas inusuales, viven plenamente todos los momentos que se aglutinan en torno al Nacimiento de Jesús y esperan con impaciencia la Epifanía de nuestro Señor, la llegada de sus majestades de Oriente, los Reyes Magos.

Pero nuestros niños crecen muy rápido, nosotros mismos podemos mirar atrás y ver a aquellos ADOLESCENTES que fuimos, cambian ahora la ilusión de los juguetes por las ganas de salir hasta altas horas de la madrugada, parece que cambien a su familia por su grupo de amigos, son ellos ahora los que ocupan un lugar importante en su vida, pero no debemos criticarlos ni angustiarnos porque todo llega y todo pasa, la vida es una noria que no para de girar y a cada etapa de la misma le sigue otra con sus peculiaridades pronto, llegarán a ser ADULTOS y, como tales, tendrán que asumir toda clase de responsabilidades.

Es esta una etapa importante, comenzamos a crear nuestras familias, comenzamos a aparecer como padres, creadores de nuevas familias ante los ojos de nuestro Señor. Es en este momento cuando comenzamos a comprender a nuestros propios PADRES y de nuevo, comenzamos a vivir la Navidad de la ilusión vista ahora desde los ojos de nuestros propios hijos. ¡Cómo admiro a mi madre cuando echo la mirada atrás!

A mi madre, que siempre escucha mi voz,

que sembró en mí la semilla del amor,

A mi madre, que por mí a todo lo demás renunció,

que siempre a sus hijos se entregó.

Ella es un ser especial, una mujer de verdad

Ella que primero es madre y después todo lo demás

Ella que me enseñó a vivir la Navidad

Ella, porque yo me siento perdida si no está.

Mamá, gracias por darnos la vida,

gracias por hacer de mí lo que soy,

gracias por seguir junto a mí allá donde voy

Mamá, gracias por entregarte a mis hijas.

A todas las madres del mundo,

A todas ellas que siempre velan por sus hijos

De sol a sol , de domingo a domingo

A ellas que como nuestra madre y Señora de la Soledad

Viven con el corazón “encogio”

A ellas, a todas ellas porque sienten que

La vida sin ellos es un vivir sin “sentio”

A ellas, a todas ellas, Soledad, que como tú mueren por sus HIJOS.

Y nuestro modo de ver y de vivir la Navidad sigue creciendo y enriqueciéndose con el paso de los años, qué hermoso es sentarse a compartir mesa y mantel en esas noches tan esperadas acompañados de nuestros ABUELOS, ¿quién no recuerda un momento especial o una anécdota de esas que siempre tienen por contar de aquellos años que se fueron? Y aún cuando ya no se encuentran entre nosotros, es bonito recordar y pensar cómo eran capaces de darlo todo por sus nietos.

A mí me gusta pensar que siempre están conmigo

Me gusta sentir que me acompañan y me protegen

Me gusta creer que desde la felicidad eterna me dan abrigo

Me gusta Soledad saber que están en el cielo contigo.

TRADICIONES, son muchas las tradiciones que envuelven nuestra NAVIDAD, una que recuerdo de mi infancia con gran cariño es la que envuelve a la noche que da paso al Día de la Inmaculada, al 8 de Diciembre, de un halo de luz e ilusión con la celebración de nuestros particulares “candevelares”, que precisamente este año no hemos podido celebrar por las inclemencias del tiempo. Esa noche en la que nos reuníamos nuestros vecinos cargados con panderetas, era para nosotros como un anticipo, era la antesala de todo aquello que de nuevo, como cada año, estaba a punto de acontecer.

Para recibir este día, hay que preparar nuestros hogares, es como vestirlos de gala, de nuevo, conviven tradiciones de orígenes diversos; por un lado, el árbol de Navidad que ha sabido hacerse un hueco en nuestra fiesta y por otro, el Nacimiento que sin duda alguna debe ocupar un lugar privilegiado en nuestra decoración navideña.

Se atribuye esta costumbre precisamente a, San Francisco de Asís quien en 1223 en vísperas de la Navidad montó en el bosque de Greccio, el primer nacimiento del que se tiene noticia, con hombres y animales vivos. Su deseo era celebrar una hermosa Nochebuena de Navidad, para vivir el recuerdo del niño Jesús que nació en Belén en un establo.

Una vez montada la escena, reunidos los habitantes de la aldea, se celebró la Eucaristía con algunos cánticos de la natividad del Señor. Los asistentes llevaban antorchas y velas a fin de iluminar aquella noche que debería de alumbrar a los siglos como una estrella refulgente. Al año siguiente, repitió la representación con éxito y desde entonces la costumbre se extendió a todos los pueblos cercanos.

Con el paso del tiempo, la falta de espacio obligó a sustituir a las personas y a los animales por figuras de barro y de madera.

Cuando colocamos un nacimiento en casa, no hacemos otra que recordar el escenario en el que Dios se hizo hombre en Belén. En los hogares en los que acostumbramos poner adornos navideños, el nacimiento debe ser el más importante, el que esté al centro de todo, pues lo que celebramos en Navidad es precisamente el Nacimiento de Jesús.

Ya está todo preparado, a partir de este momento acostumbramos a celebrar distintas reuniones de amigos, de trabajo,… siempre en torno a la mesa pero la más importante es la reunión familiar de nochebuena; en esta noche tan especial se entremezclan sentimientos de alegría por lo que vamos a celebrar y sentimientos de nostalgia y tristeza porque… ¿quién no recuerda en estas fechas a aquellos con lo que un día compartimos y que ya no están, a aquellos que ya partieron junto al Señor?

Siguiendo con nuestras tradiciones, en la tradición cristiana existe un elemento que guía a los tres magos de oriente al lugar exacto en el que había nacido el Hijo de Dios, dice la tradición que los astrónomos llevaban meses siguiendo a una estrella, esa estrella que representa a la luz del mundo, al que estaba llamado a Salvarnos, fue el farol y la guía para encontrar el camino, un camino y una guía que necesitamos todos en este mundo de hoy en día, quizás en este hoy necesitemos más que nunca ese farol al que asirnos.

En un mundo desprovisto de valores, de creencias, en un mundo que trata de arrinconar a Dios sin saber que Él nunca fue recibido como a un Rey, sino que más bien anduvo entre los pobres, Él no necesitó nunca un lugar de privilegio, más bien sus seguidores tuvieron que esconderse; ¿es el mismo mundo ahora que antes que confunde la fiesta de su Nacimiento con la fiesta del consumo?; una vez más nos olvidamos de Él.

Es este un mundo asediado por la necesidad de atender a los que tienen sed de beber, y no tiene forma de conseguir agua;

A los que tienen hambre de comida y de justicia, y viven de las migajas que el mal llamado “mundo desarrollado” quiera darle;

A los que tienen necesidad de limpieza porque en pleno siglo XXI traen sus hijos al mundo en la miseria y la inmundicia como en Haití, ya hemos olvidado la crudeza de las imágenes que movilizaron a todo el mundo, ahora mueren por falta de higiene;

A los que tienen necesidad de paz, pero nos solo entre hermanos, primos o tíos, paz en el mundo, paz entre los poderosos, paz entre los países, los especuladores, entre los que provocan que haya tantos mundos diferentes en una misma tierra;

A los que tienen necesidad de misericordia, porque en tiempos de abundancia les gobernó la codicia y la prepotencia y ahora que se sienten pobres ya no saben pedir ayuda.

Por todos ellos, sé que no podía bajar hoy de este atril sin hacer un alto en el camino de esta vertiginosa carrera que es la celebración de la Navidad, lo sé porque lo veo en su mirada cuando a la reja de su capilla me acerco a rezar, que ella nos pide que la venida al mundo y la muerte de su Hijo haya servido de verdad, que ella quiere que el sentimiento de la Navidad reine en nuestros corazones cada día al despertar, que ella nos pide que no nos engañemos más, que la Navidad no precisa de lujosos envoltorios, ni de grandes manjares para poder celebrar que, mientras que haya hambre en el mundo, madres desconsoladas por el sufrimiento de sus hijos, niños y ancianos que no tienen agua que beber ni pan que comer, mujeres azotadas por esas manos que un día le hicieron sentir el amor, hombres y mujeres desencantados de lo hermoso que es vivir ¿qué sentido tiene seguir disfrazando nuestra fiesta? Seamos honestos con nosotros mismos, hagamos que ese sentimiento que nos invade durante las fiestas navideñas no sea exclusivo de estas fechas, sino que sea protagonista en nuestra vida en el día a día y entonces, sólo entonces podremos disfrutar de una Navidad plena.

Con la mirada puesta en el futuro y el corazón abierto a la esperanza, ya va sonando el martillo de mi pregón, terminan de arriar los zancos de mi voz, cierro mi libro cual faldón que corta el tiempo y me abrazo a la oración más íntima que pueda salir de mi boca, son para el Niño Dios mis últimas palabras, para Él que dentro de unos meses será mi Cristo del rostro dormido, porque a Él dejo por encargo mis anhelos más profundos:

ORACIÓN FINAL

Niño Dios, tú que llegaste al mundo para salvar, te pido años de paz.

Que no haya más en el mundo gente dispuesta a matar.

Niño Dios, tú que naciste en un pesebre, te pido que desaparezca la miseria

Que no haya más en el mundo niños que no dispongan de comida.

Que no haya más niños ni ancianos sin techo ni familia.

Niño Dios, tú que naciste de la Virgen, te pido pureza en el mundo

Que no haya nadie capaz de acabar con la inocencia de un niño.

Niño Dios, tú que eres Salvador, sálvanos de los desastres de la naturaleza.

Ayúdanos a cuidar de nuestra madre Tierra

Ayúdanos a paliar las necesidades de los que ya vivieron su crudeza.

Niño Dios, tú que nos diste la vida para vivirla,

Te pido que la vivamos de acuerdo a tu gloriosa vida

Que no puedo ya ver en sus ojos el reflejo de la amargura

Soledad, que siento en mi alma el dolor de tu vida,

que quiero consolarte y no puedo Madre Pura.

Soledad, que quiero limpiar las lágrimas de tu cara divina

que quiero borrar el sufrimiento para que no te quede pena ninguna

Soledad, madre y reina soberana

Que no quiero que llores más señora de La Algaba.

He dicho.

La Algaba, 18 de Diciembre de 2010.

Mª Carmen Martín López