17 de octubre de 2012

Azabache de la rivera del Guadalquivir...

Te escribo a Ti, mirada desgarrada de ojos enrojecidos por la pena. Te escribo a Ti, Madre Purísima, mujer dañada por el dolor, desconsolada Soledad al pie de tu hijo Yacente.

Te escribo a Ti, a tu boca cerrada capturando un suspiro. Te escribo a Ti, a tus mejillas bañadas por lágrimas transparentes...


Te escribo a Ti, Reina de los dominios algabeños, azabache de la rivera del Guadalquivir, Madre del Mayor Dolor posible. Hace ya algunas semanas que estuve delante tuya otra vez. Otra vez tus pupilas cautivaron a las mías; otra vez mi mano rozó la tuya; otra vez sentí de cerca la grandeza de una Madre... Los inquietos ojos enmelados de un niño solo acertaban a buscar el brillo de los tuyos, intentando atrapar el negro y oro de tu manto, procurando fijar en su pequeña memoria tanta belleza. Tan solo pudo señalar con el dedo, esbozando un "¡oh!", con su pequeña boca también pura, como la tuya.


No era festivo tu semblante, ni tan siquiera llevabas pañuelo de sufrimiento… quizás porque no era momento de sufrir, sino de recrearte coqueta en medio de los fieles, en tu templo. Tú lo sabes, como lo sabemos todos los de aquí. Quizá por eso tanto gemido, tanto suspiro y tanta ansiedad no resuelta… tanta hermosura…
Eres un diamante tan puro que parece rebotar en tu belleza esa marejada que arrecia en la ribera del río. Ante la turbulencia, tu paciente hermosura permanece amarrada a la espera de que amaine el temporal. Ya sabes Tú que todo llega y todo pasa.

Muchos han pasado por Ti, y en Ti han quedado; otros pasarán por Ti y en Ti quedarán seguro… y otros muchos no podremos pasar por Ti, y sin embargo, junto a Ti estaremos siempre que desciendas del altar ofreciendo la cercanía de tu mano.


Dales salud y fortaleza a los que, por unas cosas u otras, largan amarras; otorga salud y fortaleza a los que cobijarán su bajel en tu reconfortante puerto; y acuérdate de los que no pueden guarnecerse bajo tu Inmaculado Corazón traspasado; pero sobre todo, captura con un nuevo suspiro, los sentimentales aires que rodean tu sede y aúna sentimientos bajo tu manto. Haz que confiemos una vez más en lo mejor de las personas. Mereces lo mejor, bella joya de la Parroquia de las Nieves.