Un buen día, en silencio, sin esperarlo nos llama Dios...y nos vamos con las manos vacías, sin nada en los bolsillos, ya de nada valen las casas, ni el dinero; ante la muerte todos somos iguales; un sudario blanco.....
Y solo un palmo de tierra...y justo delante tu imagen divina, Soledad; como ancora de salvación y puerto seguro. Imagino que Tu misma, Madre, estás diciendo: "este es hijo mío".
Al pasar el pasado sábado ante muchos nichos, pensaba: "un soleano más”. No puedo dejar de sentir escalofrío y estupor ante los soleanos tan jóvenes que este año han partido a tu vera, Soledad; yo solo soy un torpe cristiano y que no puedo, aunque debiera, comprender la muerte, y mucho menos que alguien en la flor de la vida deje a unos niños que jamás conocerán a sus padres. Es cierto que cuando la muerte te golpea no hay edad ni razón y que a cada uno le duelen los suyos tengan la edad que tengan. Mi recuerdo va para todos y cada uno de ellos; y para los que han muerto con tu nombre en sus labios y para los que nunca quisieron nombrarte.
Solo puedo pensar que si tu Madre así lo has querido, tus motivos tendrás; nosotros mientras aquí esperamos a que tú quieras llamarnos.