5 de noviembre de 2013

Hasta siempre, Soledad

Resulta que en nuestra fe, y creencias, en lo que nos han enseñado nuestros mayores y que hemos trasmitido a nuestros hijos, en lo que le traspasamos, en esa herencia que solo podemos poseer en el corazón de todos y cada uno de los que hemos aprendido a rezar con tu nombre; con tu bendito nombre SOLEDAD.
Un buen día, en silencio, sin esperarlo nos llama Dios...y nos vamos con las manos vacías, sin nada en los bolsillos, ya de nada valen las casas, ni el dinero; ante la muerte todos somos iguales; un sudario blanco.....
Y solo un palmo de tierra...y justo delante tu imagen divina, Soledad; como ancora de salvación y puerto seguro. Imagino que Tu misma, Madre, estás diciendo: "este es hijo mío".
Al pasar el pasado sábado ante muchos nichos, pensaba: "un soleano más”. No puedo dejar de sentir escalofrío y estupor ante los soleanos tan jóvenes que este año han partido a tu vera, Soledad; yo solo soy un torpe cristiano y que no puedo, aunque debiera, comprender la muerte, y mucho menos que alguien en la flor de la vida deje a unos niños que jamás conocerán a sus padres. Es cierto que cuando la muerte te golpea no hay edad ni razón y que a cada uno le duelen los suyos tengan la edad que tengan. Mi recuerdo va para todos y cada uno de ellos; y para los que han muerto con tu nombre en sus labios y para los que nunca quisieron nombrarte.
Solo puedo pensar que si tu Madre así lo has querido, tus motivos tendrás; nosotros mientras aquí esperamos a que tú quieras llamarnos.